El hambre es una necesidad fisiológica innata de todos los animales, incluyendo al ser humano. Es una necesidad de primer rango que nos empuja a orientar nuestras acciones hacia la consecución de un objetivo muy simple: buscar y consumir alimentos.
Pero, ¿podemos comer sin tener hambre realmente, aunque sientas que sí la tienes? Puede sonar extraño, pero esto sí puede pasar: nuestras costumbres alimenticias no solo se basan en las necesidades objetivas del cuerpo, sino también en nuestras creencias acerca de la cantidad que es normal consumir cada día y lo que no lo es. En otras palabras, somos capaces de crear la necesidad de comer automáticamente y sin que el estómago nos lo exija. Este fenómeno es lo que se conoce como hambre emocional.
Diferencias entre el hambre emocional y el hambre física
Para saber cuál es la naturaleza del hambre emocional, nada como compararla con el hambre de origen fisiológico (física) ó hambre "normal".
1. Modo de aparición
Por un lado, el hambre física va aumentando gradualmente, y normalmente el individuo tiene control sobre lo que come, así puede tomar decisiones nutritivas para alimentarse. El hambre emocional, en cambio, aparece abruptamente y demanda satisfacción inmediata, y buscando sólo ciertas “comidas reconfortantes” como postres, chocolate o cualquier alimento con azúcar.
2. Sus causas
El hambre física se produce por algo muy simple: nuestro cuerpo necesita materia para mantenerse en funcionamiento y en buen estado.
El hambre emocional es una búsqueda de placer o para “llenar un vacío”. Es muy común cuando tienes demasiado estrés, ansiedad, te sientes solo y depresivo, o al contrario, cuando sientes euforia o felicidad excesiva como en una fiesta, boda, Navidad o Año Nuevo, etc.
Existen diversas teorías que buscan explicar este fenómeno. Una de ellas habla de los recuerdos que quedan grabados en el subconsciente cuando de niños nos premiaban con dulces y esto era símbolo de afecto, por lo tanto el comer estos alimentos nos recuerda esta sensación.
Otra teoría es que buscamos comer azúcar por el simple hecho de que eleva nuestros niveles de hormonas que generan placer, como la serotonina.
3. La sensación que dejan
Normalmente después de consumir alimentos por hambre emocional, aparece un sentimiento de culpa, arrepentimiento o vergüenza; ya que conduce a comer demasiado y tener atracones.
En el hambre física, al momento de saciarla, produce una sensación de bienestar y satisfacción.
4. Facilidad con la que son saciadas
El hambre emocional es mucho más difícil de saciar; aunque se consuman dulces o postres, el efecto positivo tiene una corta duración y en unas horas, vuelve a aparecer. Esto se debe a que no es una necesidad fisiológica que se puede satisfacer con alimento, sino una necesidad afectiva.
Por supuesto, con el hambre física cada comida ingerida sí cuenta, y nos deja saciados durante horas.
¿Cómo combatir el hambre emocional?
El primer paso para combatir esto es identificar, en el momento en el que nos da hambre, qué tipo es.
Si es física, sin problema podemos racionalizar y elegir lo que mejor nos pueda nutrir y satisfacer. En cambio, si es emocional, sería importante que detectemos qué sentimientos o emociones la han detonado y controlar nuestros impulsos para no comer chatarra o cosas con una gran cantidad de azúcar. En este caso, tratar de estabilizar nuestra necesidad por comer y optar por ingerir alguna fruta, verdura o tan solo un vaso de agua.
Una estrategia para controlar el hambre emocional es aprender a controlar tus emociones, no seguirles el paso al momento que aparecen, puesto que nos llevarán a tomar la decisión menos favorable para sentirnos satisfechos.
Salir a caminar, tomar aire fresco, meditar, hacer deporte, llamar a un amigo cercano o a un familiar, escuchar música o cualquier actividad que sea relajante para nosotros es útil para tranquilizarnos y hacer que el hambre se vaya poco a poco sin tener que recurrir a un atracón.
Otra opción un poco más práctica es hacer un menú para la semana. No tiene por qué ser dieta, sólo que sirva como guía y tratar de apegarse lo más que se pueda a él, sin atracones. Es importante que se haga la planificación de comidas en un momento de estabilidad emocional, para seleccionar los alimentos racionalmente y no emocionalmente. Al momento de sentir “hambre” y no saber de cuál es, es bueno preguntarse si en ese momento te comerías una manzana, pepino, atún, si la respuesta es no y en vez de eso, se te antoja algo con mucha azúcar, probablemente lo que estés experimentando el hambre emocional.
Todos en algún momento hemos comido sin tener hambre realmente, y no hay por qué avergonzarse de ello. Pero es importante que tomemos acción para que no nos siga afectando. El hambre emocional, además de traer repercusiones en la figura y por consiguiente en la autoestima, también puede acarrear enfermedades a causa de una alimentación no balanceada.
Si esto no se puede resolver de forma individual, los Psicólogos pueden ser de gran ayuda para canalizar todas estas emociones atrapadas y ayudarnos a llevar una vida más plena y, sobre todo, saludable.
¡No te comas tus emociones!
(Psicología y Mente, Ps. María Rosa Carmona)